GUION DEL II- JUICIO DE LA SANTA INQUISICIÓN (EL CASTILLO Y LA FLORIDA -SOTO DEL BARCO)
Adjuntamos el Guion del II-JUICIO DE LA SANTA INQUISICIÓN en el Castillo de San Martín. Obra de Víctor Raúl Pintado Rey -Vitu- con las aportaciones de los vecinos del Castillo y la Florida (Soto del Barco).
Foto de Isa Vázquez
EL JUICIO DEL PUENTE
DE LA FLORIDA Y EL CATILLO
EL BUFONÍN:
¡Silencio, por favor, silencio! Que la función va a comenzar y callados han de estar si de algo se
quieren enterar, que ya está preparado el Tribunal de la Santa Inquisición.
NARRADOR:
Buenas tardes damas y caballeros,
acomódense, acomódense,… que mucho les tengo que
contar. Miren, miren, todas estas hojas… Pero no se asusten y tengan a bien
recibir vuesas mercedes, a este humilde
siervo de Dios que tanta hambre pasa, sólo hay que verme. Si no fuese por la
retención de líquidos luciría un cuerpo atlético, como el de Fray Cristiano
Ronaldo, un afamado fraile y deportista medieval portugués, ¿no sé si lo
conocen?.
No se engañen,
este aparente abultado aspecto, es un efecto de la túnica, un pequeño problema
de confección. ¡A ver si un siglo de estos! mi amigo “Fray Adolfo Domínguez” o
“Fray Lorenzo Caprile” puede arreglar este desaguisado y así lucir un cuerpo
esbelto.
Pero vayamos al
pan, o mejor dicho al grano. Me llamo Fray
Victorino de la Barquería, alias el
hambriento, para servirles, y vengo a contarles una historia como tantas
otras, que aunque nunca ocurrió, no les quiero engañar, podía haber ocurrido,
¿por qué no?.
Ustedes son
gentes bien educadas y de buenas formas, así que sabrán lo que son las “sestaferias”,
¿verdad?.
FIGURANTES: Sestaferias,
¿Qué “ye” eso?
NARRADOR: Sí, sí, es una prestación vecinal
para la reparación de caminos, puentes, lavaderos y otras obras, a la que los
vecinos tenían obligación de concurrir el sexto día de la semana, el viernes.
No olvidemos que antiguamente, se consideraba el domingo como primer día de la
semana. De ahí, este curioso nombre asturiano, “sestaferia”, el sexto día de
entre semana. ¿Interesante verdad?
Ningún vecino
podía eximirse de concurrir a la “sestaferia”,
a excepción de los menores y los notoriamente impedidos o enfermos. Como es mi
caso, por esta desafortunada retención de líquidos. Mira que bebo sidra, que dicen
que “ye” diurética, pero nada señora, en esta estamos.
¡Qué más me
gustaría a mí que ayudar a los vecinos! Bien sabe Dios, que no hay hombre más
trabajador y responsable que un servidor, pero esta enfermedad me lo impide.
FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Fray Victorino, no sea charlatán!
Vayamos al grano que no tememos mucho tiempo.
NARRADOR: Calma, calma, que la paciencia es virtud divina. Ya
ven cómo se las gasta la Santa Inquisición, así que comencemos presentando a
los protagonistas de esta historia.
Tenemos a Hermógenes de Panizales, el acusado,
un humilde y honrado vecino que pasa toda la semana trabajando sin descanso
para los Condes de San Martín. Como ven parece que está un poco descalabrado.
¿Qué le habrá pasado?
Ursulina de Foncubierta, testigo y madre del acusado. Mujer de buen corazón pero de
armas tomar, ya verán, ya verán.
La Condesa, Doña Generosa. Nunca se vio mujer más altiva y
mezquina, lo de Generosa es un decir. Cuentan que tiene pesadillas los días de
pago y se despierta sobre saltada pensando que así no tendrá que pagar a sus
siervos.
Además, ahora que no nos oye, dicen que ronca, que ruge como un gran oso pardo.
El Conde y alcaide del Castillo, Don Baldomero de San Martín, avaro como
su mujer, y obsesionado por la recaudación de impuestos.
Y las dos hijas de los Condes, Dádiva y Desprendida, dos mocosas malcriadas
que suelen dejar a sus padres en ridículo, ya saben “de tal palo, tal astilla”.
La doncella de los Condes, Doña Perfecta de la Florida, chismosa y defensora de su señora.
Los inquisidores, Fray
José de la Florida y Fray Andrés de
Peña Blanca, con el noble mandato de perseguir a los herejes y devolverlos
al buen camino, con el fuego purificador de los pecados.
¡Ah! y el venerable e Ilustrísimo Señor Don Fray Maximino El Gavioto, máxima representación
de la Santa Inquisición en la zona. Además de todas estas bruxas y sacaberas del Castillo y la Florida.
Pero antes de que el tribunal
vuelva a llamarme la atención, déjenme que les ponga al corriente de la
situación. El lavadero y puente de piedra que cruza el arroyo de la Sienra, ahí
abajo, en el Campón de la Florida, no está claro si pertenece al realengo de
Ranón, dependiente del Monasterio de San Salvador de Cornellana o a la alcaidía
del Castillo de San Martín responsabilidad del Conde. Ante esta lucha de
competencias, Don Baldomero, el Conde, ha prohibido a sus siervos, que adecente
y conserven estas dos construcciones, desgraciadamente devoradas por la maleza
y la falta de cuidado.
¿No sé si les suena? Aunque quiero
pensar que en el siglo XXI, estos problemas ya estarán solucionados y el lavadero
y el puente lucirán un aspecto saludable, como el de un servidor.
FIGURANTES: Nooooo……….
NARRADOR: ¿Así que siguen
llenos de maleza? Pues no parece que hayan mejorado mucho las cosas en este
tiempo, que se le va hacer.
FRAY ANDRÉS: ¡Cállese, Fray Victorino!
NARRADOR: ¡Me callo, me callo! Veamos pues que pasó…
HERMÓGENES DE PANIZALES: ¡Ay, ay, ay…!
MAXIMINO
EL GAVIOTO: ¡Qué
voces son esas!, ¡Silencio! ¿De qué se le inculpa al acusado?
FRAY ANDRÉS: De desobediencia al Conde, que le había prohibido limpiar el puente del
Campón de la Florida, y de negarse a pagar la multa de 20 maravedíes por no
haber ejecutado el trabajo que se le había designado en la “sestaferia”.
A parecer, ilustrísima,
cayó al arroyo cuando se disponía a limpiar “la sebe” que cubre el puente y el
lavadero.
HERMÓGENES DE PANIZALES: ¡Ay, ay, ay…! La vi, la vi, la
vi,…
FRAY ANDRÉS: ¿Qué le ocurre? ¿Por qué sigue gritando? ¿Qué es lo
que vio?
HERMÓGENES DE PANIZALES: La vi, la vi, la virgen que “hostia”
me di.
FRAY ANDRÉS: ¡No blasfeme infiel!
EL CONDE: Eso le pasa por
desobedecer mis órdenes. Le está bien empleado, ¡haragán!.
LA MADRE: No le desobedeció señor, encontró a un peregrino y
le ayudó a quitar un “escayu” que le impedía el paso, con tal mala fortuna que
pisó en falso y se cayó.
LA CONDESA: ¡Embustera, cállese y paguen la multa de 20
maravedíes! ¡Su hijo es un vago, un holgazán!
LA MADRE: La única vaga es usted, que se pasa todo el día
roncando como un oso.
FIGURANTES: ¡Ohhhhh!
La llamó osoooo (mueven las manos escandalizadas)
LA CRIADA: ¡Desagradecida!
Mi señora no ronca, respira fuerte como el canto de un jilguero.
LA MADRE: ¡Pues será un jilguero con colmillos porque gruñe
como un jabalí!
FIGURANTES: ¡Ohhhhh!
La llamó jabalí,… (mueven las manos
escandalizadas)
HIJAS DE LOS CONDES:
Hija 1-Dádiva: — Mi madre no gruñe, les
suenan las tripas.
Hija 2-Desprendida: — Si porque tiene gases. ¡Pero
muchos, eh!
—
¡Y no suelta ni un maravedí! Es
de la hermandad del puño cerrado, requetecerrado diría yo.
—
¡Mirad como nos tiene! Vistiendo estos
harapos como si fuésemos criadas.
LA CRIADA: ¡Malcriadas! ¡malcriadas!,
eso es lo que sois…
FRAY ANDRÉS: ¡Basta ya! ¡Serenense señoritas! ¡Y usted cállese deslenguada! Precisemos
los hechos: ¿Es conocedor el acusado de que todos los vecinos tienen la
obligación de concurrir a la “sestaferia” y de realizar el trabajo encomendado
por el conde?
HERMÓGENES DE PANIZALES: ¿Eh?, ¡ay, ay, ay…!
FRAY ANDRÉS: ¿Qué si es conocedor de que
tiene que asistir a la sestaferia?
HERMÓGENES DE ANIZALES: Sí señor, ¡ay, ay, ay…!
FRAY ANDRÉS: ¿Entonces por qué no lo ha hecho?
HERMÓGENES DE PANIZALES: Por tengo todos los huesos rotos
señor, ¡ay, ay, ay…!
FRAY ANDRÉS: ¿Pues page la multa de 20 maravedíes?
LA MADRE: Pero si no tenemos ni un maravedí, el señor Conde
hace un mes que no nos paga.
EL CONDE: ¡Vasta de disculpas y mentiras! Que trabaje o que
pague la multa.
MAXIMINO
EL GAVIOTO: ¡Sosiego
señor Conde, sosiego! Venimos a hacer justicia.
Probemos los hechos. Fray Andrés compruebe el estado de salud del
acusado.
FRAY ANDRÉS: Pero ilustrísima, no soy
médico.
MAXIMINO
EL GAVIOTO: Y
qué importará eso ahora. ¡Examine al acusado!
FRAY ANDRÉS: Esta bien ilustrísima. (Fray Andrés y Fray José examinan al acusado -que grita-)
Pues bien parece, que no le queda ni un hueso sano, ilustrísima.
MAXIMINO
EL GAVIOTO: Por tanto, usted asegura que tiene todos los huesos sanos,
¿verdad?
FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA:
No,
ilustrísima.
MAXIMINO
EL GAVIOTO: ¡Creo que no le he escuchado bien!
FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA:
Disculpe ilustrísima,
volveré a examinarlo. Pues bien parece, que tiene todos los huesos sanos,
“¡basta verlo!”
MAXIMINO
EL GAVIOTO: Gracias Fray
Andrés.
Prosigamos, es consciente
el acusado de que en Asturias por la noche refresca y podría venir bien una
hoguera de hereje.
Pero… si suerte acompaña, la noche es cálida y el
acusado reconoce su culpa, igual podríamos valorar un veredicto menos
purificador.
¿Se declara entonces el acusado culpable? (Se abre un silencio)
¿Se declara entonces el acusado culpable? (En tono más alto y autoritario)
HERMÓGENES DE PANIZALES: Sí, señor. ¡Ay, ay, ay…!
MADRE: ¡No!, ¡no!, mi hijo,… ¡no!,
¡no!
MAXIMINO
EL GAVIOTO: Retiren a esta mujer de aquí. Fray Andrés y Fray José acérquense
que vamos a deliberar.
(Después de deliberar Maximino
El Gavioto dicta sentencia)
Pues bien, escuchadas las partes y habiendo reconocido
el acusado su culpabilidad por desobedecer al Conde, no concurrir a la
“sestaferia” y negarse a pagar la multa de 20 maravedíes, el Tribunal de la
Santa Inquisición condena a Hermógenes de Panizales a:
Reclusión
durante 60 días en la mazmorra del Castillo y a trabajar sin coste alguno para
el Conde, un año a contar desde el final de su encierro.
HERMÓGENES DE PANIZALES: Gracias, ilustrísima por su misericordia.
LA MADRE: Gracias, gracias, Gavioto, Gaviotoo,… (Lo dice con resignación e ironía).
FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Metan al acusado en el carro y
luego a la mazmorra del Castillo!
NARRADOR: No grite buen hombre, no grite, que no es para
tanto.
Así fue como el Conde volvió a
salirse con la suya, y este pobre hombre tuvo la fortuna, por decirlo de alguna
manera, de no probar el fuego purificador de la hoguera.
¡Ah!, espero que vuesas mercedes
tengan suerte y un siglo de estos puedan ver su lavadero y su hermoso puente de
piedra limpios y bien conservados, como un servidor, que si no fuese por la
retención de líquidos, ya saben que tendría un aspecto envidiable, como el de Fray
Cristiano Ronaldo.
Como decía mi padre: ¡Salud, sidra
y buenas viandas! Y un aplauso para estos humildes servidores.
¡Qué suene la música y que
comienza el banquete!
Y dejen alguna vianda para este
pobre enfermo… que tiene un hambre,…
¡Qué hambre tengo, que hambre tengo!
Algunas fotos de la obra.
Algunas fotos de la obra.
Foto: Isa Vázquez
Foto: Isa Vázquez
Foto: Isa Vázquez
Foto: Isa Vázquez
Foto: Isa Vázquez
Foto: Isa Vázquez
Foto: Isa Vázquez
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