EL VERGONZOSO JUICIO DE LA SANTA INQUISICIÓN
EL CASTILLO DE SOTO DEL BARCO –ASTURIAS-





BRUXINOS/ES: Y si esta obra quieren escuchar, ¡silencio han de guardar!

NARRADOR (Cojín para hacerlo gordo)

Buenas tardes hermosas damas y fornidos caballeros, niños y pequeñuelos.
Me llamo Fray Victorino de la Barquería del Castillo, para servirles, y vengo a contarles una historia como tantas otras que ocurrían allá por el siglo XV.

Cuenta la Leyenda, las malas artes de los barqueros, de estos lares, que cobraban precios abusivos a los pobres peregrinos del camino de Santiago, eran piratas de río, que en ocasiones, tras cobrarles el billete, volcaban la nave de troncos en medio del río, ahogándose los peregrinos en las aguas del Nalón, y dicen que se alegraban los infames barqueros porque así se apoderaban de los despojos de los náufragos, a los que roban y asesinaban…”

Tengan cuidado, si quieren cruzar el Nalón, este mundo está lleno de piratas.
Pero lo peor de todo, es que a veces, pagaban justos por pecadores, encubriendo a los verdaderos asesinos y ladrones, las autoridades corruptas que a cambio del silencio, llevaban buenas monedas oro. Como ven, poco cambio la historia en estos siglos…

Comencemos pues, presentando a los protagonistas de esta historia.

Tenemos a Berengario del Riolaveiga, el acusado, un pobre y honrado campesino, que a veces pasaba en su barca, algunos peregrinos, para sacarse algunos dineros, cuando las cosechas no daban para alimentar a sus hijos. Pero nunca hizo daño a nadie.

Ursulina de Foncubierta, la desconsolada madre del acusado.

El testigo, carne de cañón, Eufrasio Pramas del Moral, que apenas pudo ver algo porque era noche.

Los inquisidores, Fray José de la Florida y Fray Andrés de Peña Blanca, que tenían la potestad de perseguir a los herejes y devolverlos al buen camino, a veces incluso, con el fuego purificador de los pecados.

¡Ah! y un invitado de lujo, el Venerable e Ilustrísimo Señor Don Fray Maximino El Gavioto, en representación de la Santa Inquisición.

Además de carceleros y torturadores, de bruxes y sacaberes del Castillo y la Florida.

Pero veamos que pasó, en este tan vergonzoso juicio...

(Por favor, Fray Andrés, puede comenzar cuando desee) .


FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Qué acerque al testigo!
                                   Eufrasio Pramas del Moral, ¿vio usted a Berangario tirar al río al peregrino?

EUFRASIO PRAMAS DEL MORAL:
                                     No señor, era de noche y apenas se veían algunas sombras de farol.

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA:
                                     ¡No mienta, hereje! o le azotaremos hasta que diga verdad.
                                     ¿Podría describir asesino?

EUFRASIO PRAMAS DEL MORAL:
                                   Malamente señor. Estaba lejos, en la Venturiega cortando xuncu pal ganáu.                 
                                        ¡A penas pude ver alguna sombra!.

MAXIMINO EL GAVIOTO: ¡A ver!, ¡responda! ¿Qué altura tenía el asesino?  

EUFRASIO PRAMAS DEL MORAL: Me pareció más alto que un gigante, señor.

MAXIMINO EL GAVIOTO: Igual que el acusado

LA MADRE: No señor, mi fiu ye bajo, como un pequeño e inofensivo duende. 

MAXIMINO EL GAVIOTO: ¡Calla sacabera!, que los duendes son hijos de Satanás.

BRUXES: ¡FUERA! ¡FUERA! ¡FUERA!

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Silencio, ratas infames!
                                                                   Sigamos con el interrogatorio,
                                                                  ¿Era gordo o delgado?

EUFRASIO PRAMAS DEL MORAL: Gordo y grande como un tonel de sidra, señor.

MAXIMINO EL GAVIOTO: Igual que el acusado.  

LA MADRE: No señor, mi hijo es flaco, más flaco que la sombra de un pequeño xuncu.

MAXIMINO EL GAVIOTO:
                                              ¡Calla sacabera!, sería el efecto de la sombra del fuego de Satanás.

BRUXES: ¡FUERA! ¡FUERA! ¡FUERA!

NARRADOR: ¡Calma, calma!,
                          Que digo yo, que esta buena gente, que está hoy a aquí con nosotros,
                          querrán comenzar con el pinchoteo.

BRUXES: ¡Qué hay pincheo!, Pues, ¡Qué lo quemen, ya!, ¡Qué lo quemen!, ¡Qué lo quemen!,…

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Silencio! , ¡Cállense!
                                                              Los hechos son claros y no dan lugar a duda

NARRADOR: Pues entonces procedan con el veredictooooo,
                         con la fame que tengo, y no hay manera de finalizar este juicio

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Cállese ya! Fray Victorino.
                                                     Que como siga hablando, le vamos a acabar quemando a usted.

NARRADOR:  No señor, que bien sabe Dios,
                 que a este cuerpo serrano, todavía le quedan muchos años de farturas y placeres culinarios.

BRUXES: ¡A la hoguera con él!, ¡Qué lo quemen!, ¡Qué lo quemen, ya!.

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Guarden Silencio!
               ¿El acusado tiene algo que decir?

BERENGARIO DEL RIOLAVEIGA: ¡Qué soy inocentes, señor…!

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Basta ya, es suficiente!

NARRADOR: Sí, sí por Dios, que tengo una fame.

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: Pues entonces, ilustrísima,
                                                                   acordemos el veredicto final

BRUXES: ¡Uhhh!, ¡uhhh! ¡a la hoguera con él!, ¡que lo quemen!,… (silbidos, ruidos,…)

MAXIMINO EL GAVIOTO: ¡Silencio, sacaberas!
Una vez escuchadas las partes, los delegados apostólicos de                 La Santa Inquisición aquí presentes, consideran probados los hechos que claramente inculpan a Berengario del Riolaveiga, por lo que será quemado en la hoguera, el sábado al mediodía, siendo así purificada su alma.

BRUXES: ¡A la hoguera con él!, ¡Qué lo quemen!, ¡Qué lo quemen, ya!.

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Silencio!
                                                         Un veredicto justo y adecuado, Ilustrísima.

LA MADRE: ¡Piedad señor!, ¡Piedad señor!, ¡Por Dios, mi fíu ye inocente! ¡Inocente!, ¡Inocente!...

MAXIMINO EL GAVIOTO: ¡No blasfemes, bruja! ¡Quitármela  de delante!

NARRADOR: ¡Tranquila hija, tranquila!, que ahora comeremos unas ricas viandas,
                       y como dice el refrán, con pan, las penas, mejor se llevan.

BRUXES: ¡Uhhh!, ¡uhhh! (Silbidos)

FRAY ANDRÉS DE PEÑA BLANCA: ¡Silencio curuxes del Nalón!
                                  ¡Hasta el mediodía de mañana, el acusado permanecerá esposado de pies y
                                   manos en las mazmorras de la Torre del Castillo!.
                                   ¡Encadenen al testigo y llévenselo también!

NARRADOR: ¡Aplausos, por favor!, ¡aplausos!,
                       ¡y qué comienza el banquete!.
                        Gracias a Dios.

Texto: Víctor Raúl Pintado Rey –Vitu-
Colaboran en el guion: Sociedad de Festejos El Castillo y La Florida -Soto del Barco-
















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